sábado, 19 de diciembre de 2009

LA CARA EMPRENDEDORA MAPUCHE





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La cara emprendedora Mapuche


Son algunos de los ejemplos de iniciativas de mapuches que han logrado capitalizar su cultura, generar negocios y dar a conocer parte de sus valores. Capacitar a gerentes, asesorías comerciales y respeto a su cosmovisión son algunos de los cambios en las políticas que ayudarían a que más comunidades puedan vencer sus dificultades.

Loreto Gatica C.

Son la etnia más importante en Chile, representan el 6% de los cerca de 17 millones de habitantes, aglutinados principalmente en la IX Región. Viven, la mayor parte de ellos, de lo que les entrega la tierra. Si bien lo usual es asociarlos a la agricultura de subsistencia, la realidad es que cada vez son más los que, solos o asociados, han creado microempresas que les permiten mejorar sus ingresos y repotenciar el sentido de comunidad, rompiendo el paradigma de la pobreza.

Lograr un desarrollo económico apoyado en su identidad cultural es una de las claves. Es a lo que apuntan iniciativas como el recién lanzado programa de desarrollo territorial indígena, del Ministerio de Agricultura, a través de Indap, que durante seis años trabajará con comunidades, entregándoles asesoría técnica e inversiones productivas. La unión con la empresa privada, a través del encadenamiento productivo, también está detrás de las historias de éxito.

A continuación algunos ejemplos de iniciativas de los "Hombres de la tierra" por preservar sus tradiciones y hacer de ellas una fuente de ingresos.

Cous Cous de piñón, conocimiento ancestral

Olor a piñón. De la salida del internado y la vuelta a su casa para las vacaciones de invierno, a los seis años, Joaquín Meliñir Huaiquillan -29 años- recuerda el olor a piñón. Caliente, hecho sopa, solo o en pan. En su casa en la comunidad mapuche Quinquen -a 40 km de Lonquimay, Malleco, IX Región- si faltaba leche se reemplazaba con muday, jugo de piñón natural.

Para Meliñir el ngulliu o piñón araucano es un brote sagrado que, a pesar de sus múltiples usos, no comercializaban. Hasta que en 2002 la comunidad de Quinquen fue parte del proyecto Bosque Modelo Alto Malleco, que unió al sector público y privado -Conadi, Conaf, representantes del sector forestal y ganadero, entre otros- para administrar el bosque de forma sustentable, y Meliñir trabajó como asesor intercultural.

"Aporté con el conocimiento ancestral de mi pueblo. La tradición era recolectar el piñón y venderlo. Nos pagaban poco y se perdía todo el potencial que tiene. Las recetas sobre cómo hacer harina de piñón y zanco, harina mezclada con quínoa y cilantro, se quedaban en las comunidades", cuenta Meliñir.

Había que romper el molde. Pidió un préstamo y partió deshidratándolos para hacer harina y pelándolos en su casa con ayuda de sus padres y hermanos. Piñones en conserva, dulces y salados, se vendían a vecinos y conocidos. A través de un proyecto de encadenamiento FIA, su producto llegó a Santiago y se resolvió ponerle cous cous a la chucoca de piñón, el grano grueso que queda de la molienda. Con el fino se hace harina. Su producto se está convirtiendo en un ingrediente clave de la cocina con identidad de Guillermo Rodríguez, chef del Plaza San Francisco y presidente de Les Toques Blanches.

Lo que le falta es infraestructura. El proceso del cous cous comienza en la casa sin luz de sus padres, que dejó para montar su empresa.

"Estamos haciendo un convenio con Bienes Nacionales para abaratar costos. En la comunidad no tenemos luz eléctrica, no hay medios de comunicación y en el invierno la nieve hace difícil llegar", explica Joaquín Meliñir

Y no es su único emprendimiento, además es artesano en "picoyo", el nudo de la Araucaria, alto en resina. "Tuve que salir de mi casa para salir adelante, pero eso no significa que haya dejado mi cultura de lado", explica Joaquín.

Federación de cooperativas Ngen, gestión innovadora

La primera vez que Beatriz Carinao vio a su mamá producir miel en su casa de Curarrehue quedó asombrada. "Lo que se hacía era pillar las colmenas en el bosque, nadie pensaba que podía tener cajones en la casa", cuenta la dirigenta de 30 años, hoy presidenta de la Federación de Cooperativas Ngen.

Tampoco creían que, con los fríos de la zona, pudieran crecer tomates, pepinos o ají. Hasta que con ayuda del Padre Ñaqui, el párroco que llegó en los 90 a Curarrehue, su mamá comenzó a agruparse con otras mujeres en talleres laborales y para construir invernaderos. Actualmente, la Federación de Cooperativas Ngen agrupa a más de 200, la mayoría mapuches y acaba de recibir el premio Productor Rural Innovador de la Junta Interamericana de Agricultura (JIA), asociación integrada por 34 Estados de América y España.

"Antes el papel que teníamos como mujeres era muy bajo, el hombre mandaba. Ahora pensamos distinto y contamos con el apoyo de la familia. El Padre Ñaqui decía que había que ayudar a las mujeres, porque la plata que ganan es para la casa; los hombres se la gastan en otras cosas. Pensar en tener hortalizas era imposible. Estamos a 40 kilómetros de Curarrehue, nada llega. Hoy las tenemos y de muy buena calidad. Al proyecto de las hortalizas siguió el de ovinos, de ellas obtenemos el abono y trabajamos la lana", cuenta Beatriz.
Lo que la destaca en Ngen es su modelo de gestión. Está asociada a una federación de cooperativas; una de consumo, que es la encargada de vender lo que producen, otra que compra en Temuco al por mayor los productos que salen más caros y se los vende a ellas mismas.

"Trabajamos con una cooperativa de transporte que nos trae la mercadería de Temuco, otra de madera. Aprendimos a asociarnos, así es más fácil obtener los recursos", explica Beatriz.

El último proyecto que tienen es el piñón. Ya hay socias que se están capacitando para aprender a comercializar las recetas tradicionales y sumar preparaciones. Aunque el proceso no ha sido fácil, hay comunidades que viven a 90 minutos en bus de Curarrehue.

"Lo que nos motiva son los resultados. Nos encantaría sumar a todas las mujeres que quieran participar, pero no contamos con los recursos necesarios para hacerlo y hay muchas que se quedan fuera. Ser dirigenta no se paga y el trabajo es mucho, pero ver los logros motiva a seguir", dice Beatriz.

Cooperativa Campesina Boroa, asociación para exportar

Actualmente son 12 socios."Nos quedamos los mejores, cada uno de los socios es el mejor agricultor de su comunidad. El resto se fue descolgando solo. En el mundo agrícola, especialmente en el indígena, hay mucho individualismo y desconfianza, cuesta creer en el vecino", cuenta Osvaldo Burgos, presidente de la Cooperativa Campesina Boroa.

La cooperativa abarca 1.000 hectáreas en Nueva Imperial, de las que se producen alrededor de 600 ha de lupino que envían a Medio Oriente, Portugal, España y Dinamarca. Para poder exportar se asociaron con un privado.

"Tenemos un producto de excelente calidad, somos los únicos que tenemos una variedad amarga, la Boroa-Inia, fruto de un proyecto con Inia e Indap. Producíamos harto, pero no sabíamos cómo exportar. Para hacerlo nos unimos con una persona que llevaba más de 10 años exportando lo que él producía, porque no compraba a terceros. Y resultó. Si no, nos habría pasado como a la mayoría que tiene una buena idea, pero no sabe desarrollarla", cuenta Burgos.

No es su primera experiencia de asociación. Fue gracias a un compromiso de alianza de tres años con otra empresa privada que en 2008 compraron la maquinaria para producir.

"Hay muchos campos que quedaron abandonados y los socios han tomado medierías, arriendos, porque el patrimonio de la cooperativa no va más allá de 4 hectáreas por agricultor, pero hoy cada agricultor siembra 40 ha. Necesitábamos la maquinaria, pero nos costó alrededor de 3 años convencer a Indap. Nos comprometimos con el 50% del valor con el Estado, el resto lo pusimos entre los socios y la empresa privada con quien teníamos un encadenamiento productivo", explica Burgos.

Las confianzas se las han ganado a pulso. Cinco años atrás una mala administración de la cooperativa los dejó con $ 15 millones de deudas y sin patrimonio. Las deudas ya están saldadas.

"Uno de los problemas que tenemos como cooperativa indígena es que no hay capacitación para la gerencia: uno asume el compromiso y le echa para adelante. Pero tampoco tenemos financiamiento. Hay que costear las idas a las reuniones. Uno muchas veces deja su campo botado y eso genera un desgaste enorme. Falta un ítem, una institución, que lo respalde a uno como dirigente, porque no hay nadie que controle, además, en qué se está gastando la plata que se entrega", explica Osvaldo Burgos.

Apilawen, Cosmética natural mapuche

Desde chica María Ñancucheo Huaiquilaf, recolectaba hierbas en la comunidad Cacique Domingo Huaiquilaf, la de su tatarabuelo. De paso escuchaba las recetas de los antiguos, los secretos y beneficios que había en cada una. Quedaron las recetas, pero no las hierbas.

"Antes había mucha medicina, pero con las forestales fueron quedando cada vez menos, porque plantan y luego cortan los árboles y todo lo que hay alrededor", cuenta María Ñancucheo.

Entonces decidió saber más de las plantas que recolectaba y aceptó la invitación a un curso de medicina natural de la Municipalidad de Imperial. "Las sacábamos chiquititas y las plantábamos en nuestro terreno", cuenta.

Con ayuda de Indap se dio cuenta de que podía capitalizar lo aprendido, mejor aún, expandir el conocimiento de su pueblo, de manera de generar conciencia del capital invaluable que se estaba perdiendo. Apilawen es la empresa de miel, jabones y cremas que formó junto a 34 socias para extender parte de su medicina.

"De las 34 hoy quedan 14. Este es nuestro tercer año y recién tuvimos la resolución para poder vender. La gente piensa que la plata va a llegar al tiro y no es así, se requiere mucho trabajo. No hay que ser dejada, hay que esforzarse", explica María.

Paciencia, mucha paciencia, resulta vital para el proceso. Los jabones y cremas se obtienen de 12 hierbas que ellas mismas se encargan de recolectar, se necesitan 100 kilos de hierba por ejemplo para obtener 750 cc de extracto, con lo que se pueden hacer menos de 80 jabones.

"Las recolectamos con cuidado, para no dañar la planta. En mi comunidad la mayoría somos familia, y están orgullosos de lo que estamos haciendo", explica María.

Y reconoce que tuvieron suerte, porque a pesar de que existen recursos para ayudar a este tipo de proyectos, muchos quedan en el camino por desconocimiento.

"Apilawen funcionó porque fuimos bien asesoradas, contamos con la municipalidad que nos ayudó a buscar los recursos y encontrar un químico que con nuestro conocimiento elaborara las recetas. No a todos les pasa lo mismo, a veces uno da las recetas y los químicos se las quedan, los engañan o no se sabe comercializar, hay que saberse asesorar", explica María Ñancucheo.

Jorge Linares Huaiquimir, berries a Estados Unidos y Europa

Jorge no tiene campo. La hectárea de frambuesa que produce y la que está esperando que crezca en la comunidad Antonio Lipian se las arrienda a su papá. Su familia tampoco se relaciona con los berries, pero se asoció a ocho productores que estaban en las mismas que él y comenzó a capacitarse. A través del proyecto de encadenamientos de Indap vende su producción a empresas exportadoras que llevan sus frambuesas a Estados Unidos y Europa.

"Lo fundamental no es la tierra, es capacitarse y tener ganas de salir adelante, no hay que quedarse quieto", dice Jorge Linares Huaiquimir

Lo suyo es ser proactivo y ver qué cultivos pueden funcionar mejor en el tiempo.

"Para los cereales se necesita mucho terreno. Para salir adelante hay que ir viendo cuáles son las debilidades de uno y capacitarse, no se sale adelante con violencia, por supuesto que se necesitan tierras, pero primero hay que capacitarse, esa es la clave y para eso se necesitan más recursos. La violencia es para hacer noticia. Hay que decirle al Estado que capacite antes de dar terreno para que podamos mejorar nuestra calidad", explica Jorge Linares Huaiquimir.
Desarrollo económico con identidadPuede sonar ilógico tomando en cuenta que es uno de los pocos, por no decir el único, producto mapuche conocido internacionalmente; pero para Juan Sepúlveda Alcamán, encargado de la unidad de desarrollo económico local de la municipalidad de Traiguén, el merquén es un ejemplo de fracaso.

"Analizamos las producciones más exitosas del merquén y nos dimos cuenta que en su elaboración quedan muy pocos rastros de tradición; la base cultural se rompió con la presión hacia la comercialización", enfatiza Sepúlveda.

Lo mismo pasó con algunos casos de rescate de la gallina mapuche o gallina de los huevos azules.

"La raza estaba desapareciendo, por la orientación a razas de alto rendimiento. Con ello desaparecen también los pequeños campesinos que trabajan sus razas tradicionales productoras de carne y huevos", explica Rita Moya directora de Cet-Sur, la Corporación Centro de Educación y Tecnología para el desarrollo del Sur, que junto con FIA e Indap realiza el rescate. Sin embargo, en el proceso se tendió a cambiar el modo en que producían las comunidades mapuches, con lo que bajó la calidad del producto y ya no resultó rentable.

"Tradicionalmente las gallinas son alimentadas con hierbas medicinales, sin ningún producto transgénico, antibiótico o antiparasitario, por lo cual los consumidores están dispuestos a pagar más. En casos en que las comunidades han sido intervenidas tecnológicamente hay una tendencia al fracaso, porque para que produzcan más se les cambia la alimentación y otros patrones haciéndolas dependientes de la compra de insumos y perdiendo la calidad del producto", dice Rita Moya.

Esto se estaría corrigiendo.

"No todas las comunidades mapuches son iguales, por lo que hay que ir adaptándose. Es lo que estamos haciendo", explica Hernán Rojas, director nacional de Indap.
La base del éxito para los mapuches no está sólo en el beneficio económico; el error que cometen los instrumentos de las instituciones públicas es que tienden a disociar identidad, cultura y beneficio económico; no se respeta la cosmovisión mapuche.

"Küme mogen es el equilibrio que debe existir entre una persona y el colectivo, Ixofilmogen es la diversidad. A través de esos conceptos nosotros entendemos que todo está integrado. Lo económico y productivo tiene una base cultural. Para desarrollar estrategias económicas productivas, necesariamente tienen que basarse en estos principios, sino tenemos agricultores con apellido mapuche, pero sin integración", señala Sepúlveda Alcamán.

Es lo que se intenta hacer con la quínoa, Kiwua mapuche, o Dawe (curar las heridas internas en mapudungun). Por años las mujeres salvaron las semillas en el pidil, la empalizada de coligüe puesta arriba del fogón de la casa, para que los españoles no terminaran con ellas. Actualmente lo hacen para salvarla de contaminaciones. La corporación Kom Kelluhayin y Ñankucheo con FIA, estableció un protocolo para su comercialización respetando la forma de producción mapuche.

Además, la municipalidad de Traiguén trabaja en crear una unidad de desarrollo rural indígena. "Las instituciones están generando experiencias para lograr un desarrollo económico con identidad. El Convenio 169 sobre pueblos indígenas acordado con la OIT especifica que es un derecho conservar su cultura", dice Juan Sepúlveda.

Loreto Gatica C..