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Por: Richard Webb
Lunes 7 de Marzo del 2011
Personalmente, busco un presidente antisistema. Pero uno con la verdadera capacidad para serlo. Creer que el Perú seguirá progresando rápidamente sin modificar el esquema básico de gobierno es un error. La sabiduría popular que expresa la frase “Si no está roto no necesitas pegarlo” es como la del fumador que dice que un cigarrillo más no le hará más daño. Los sistemas complejos, como son el cuerpo humano y un país, muchas veces se rompen inesperadamente. ¿Qué más inesperado que la crisis financiera del 2008 y la repentina desaparición de gigantes financieros como Merrill Lynch y Lehman Brothers? ¿O la caída del muro de Berlín en 1990? ¿O el colapso de las dictaduras árabes, cuyos líderes, sin duda, hace apenas pocas semanas descansaban en sus piscinas pensando cuán bien habían manejado las cosas?
No es que las amenazas al milagro peruano sean invisibles. Pero siempre hay quienes construyen sus casas justamente en la trayectoria probable de un huaico basándose en que hace años no llueve. La invisibilidad la ponemos nosotros, por complacencia, por flojera o por capacidad para el autoengaño.
Con poco esfuerzo hay varios peligros detectables. Los más mencionados son el narcotráfico y el daño al medio ambiente, dos amenazas crecientes. Tampoco pasa una semana sin alguna evidencia de la corrupción descarada del sistema judicial y cada día un nuevo conflicto por el agua nos recuerda que el recurso se acaba. Otras fallas estructurales reciben menos atención. Se dice que la informalidad es un lastre, pero no se señala su causa, el utopismo de leyes perfeccionistas en un país de enormes diferencias. Al contrario, los medios y el público exigen leyes perfectas antes que leyes aplicables. Por último, las elecciones revelan la vulnerabilidad que significa elegir entre candidatos que no se sujetan a las banderas y disciplina de sus partidos, exponiéndonos a las veleidades y enamoramientos pasajeros que inspiran los candidatos. A estas amenazas debemos sumar los eventos inesperados que nunca han faltado, fenómenos como El Niño, cambios radicales en la economía mundial, escándalos políticos y conflictos sociales internos. El próximo presidente debe declarar la guerra contra cada una de esas deficiencias sistémicas que amenazan la continuidad del progreso. Se trata de imponer el dominio del Estado sobre las estructuras actuales de privilegio y de aprovechamiento privado, dura misión que exige un líder con temple, fuerza de carácter y disciplina personal, con la capacidad para convocar el respeto de todos los segmentos de la sociedad.
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