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Versículos 22-23
Después de este solemne prefacio, esperaríamos hallar algo nuevo y sorprendente, pero no es así; vemos aquí una admonición lisa y llana contra la práctica inhumana de oprimir a los débiles. Gran pecado es robar a cualquier persona, pero mucho peor es robar al pobre, a quien deberíamos aliviar. Quebrantar al afligido, añadiéndole nueva aflicción, y eso en la puerta, es decir, ante el tribunal de justicia, es cosa malvada, vil y cobarde, aprovechándose de alguien que no puede ayudarse a sí mismo; es ser peor que las bestias, puesto que es antinatural. Pero el que de tal manera se comporta, lo hace para su propio mal, pues el oprimido encontrará en Dios su poderoso patrón (v. 23).
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