EL DRAMA DE LAS TRABAS BUROCRÁTICAS QUE AFECTAN LA COMPETITIVIDAD
La tercera panadería
Por: Luis Carranza Ministro de economía del Perú
Juana es una empresaria peruana que hace un par de años abrió su segunda panadería. En el 2008, sin embargo, estuvo muy preocupada: la harina subió en 20% y no pudo aumentar el precio del pan al público, pues tenía fuerte competencia. A pesar de ello, y gracias a las ofertas que introdujo y a la estabilidad que existía, consiguió duplicar sus ventas y también sus ganancias. "El 2008 se ha ganado como pocos años en el pasado", acostumbraba a decirles a sus allegados. Pensó entonces que el 2009 sería un buen año para arriesgar.
Con sus ahorros y algo de plata que consiguió fácilmente de una entidad financiera, Juana compró a comienzos de este año —en apenas dos semanas— nuevos hornos, mobiliario y todo lo necesario para atender otra panadería en el extremo de su distrito. Paralelamente, inició los trámites para construir la tercera panadería en un terrenito muy bien ubicado de su hermano. Pero ya van casi seis meses de engorrosos e inútiles trámites para obtener el permiso de construcción y nada. Ante la maraña infranqueable de papeleos sin visos de solución, está pensando en alquilar un local y operar ahí. Pero tampoco obtiene la licencia municipal de funcionamiento. Los trámites, el costo financiero y la clientela que ha dejado de atender le hacen calcular una pérdida equivalente al 100% del capital invertido en el equipamiento.
Pero Juana es optimista. Sigue pensando en la tercera panadería. Solo espera que las licencias, permisos y autorizaciones no demoren tanto.
Así como Juana, en los últimos años, decenas de miles de pequeños y grandes empresarios del país han invertido y creado empleo como pocas veces en nuestra historia. Ellos, con su esfuerzo y trabajo, explican por qué el Perú en los últimos siete años ha crecido en promedio 6,8%, la tasa más alta de crecimiento en toda América Latina, solo superada por un puñado de países en el mundo. Ellos, con su espíritu competitivo, explican por qué en los últimos siete años la tasa de inflación promedio ha sido 3%, la más baja de América Latina.
La prudencia macroeconómica que se viene aplicando en el país desde hace casi 20 años es el terreno fértil para que florezcan las iniciativas empresariales. Porque al mantenerse estables los niveles de precios se evita la especulación; porque al no tener miedo de un colapso financiero del Gobierno, se invierte en el país y no afuera; y porque en este ambiente de seguridad macroeconómica el crédito crece para los empresarios, grandes y pequeños, que tienen menores tasas de interés y plazos más largos.
La apertura de la economía nos ha llevado a ser más competitivos. Los empresarios pueden importar sus insumos y bienes de capital a un costo mucho menor (con lo que producen más y a menor costo). Los consumidores pueden comprar a menores precios (aumentando su capacidad de adquisición y, por tanto, su bienestar). Esto nos lleva a un proceso de especialización que es fundamental para el crecimiento de largo plazo: producimos más en lo que somos competitivos y lo vendemos al resto del mundo. Y en lo que no lo somos, nuestros consumidores compran productos importados de mejor calidad y a menor precio, sin tener que pagar un sobrecosto a la ineficiencia local.
Igual, la infraestructura ha venido creciendo de manera significativa en los últimos tres años. La falta de caminos, de puertos, de electricidad genera que los productos no lleguen a los mercados o lleguen caros o en mal estado. Por eso, entre el 2006 y 2009, el gasto en inversión pública es de 57 mil millones de soles; esto es, ha crecido en 120% con respecto al período 2002-2005.
En el tema tributario se han hecho importantes reformas para ampliar la base tributaria, reduciendo el sesgo antiinversión en el IGV y mejorando el código tributario para que Juana y cientos de miles de empresarios como ella tengan un mejor marco tributario, más predecible y menos arbitrario. Además, se han reducido los impuestos al comercio exterior y se han racionalizado los impuestos selectivos (si la gasolina de 90 octanos cuesta menos ahora que en el 2006, mientras que el diésel sube, es por esa racionalización de los selectivos). De esta forma, la base de la tributación descansa en el IGV y en el Impuesto a la Renta.
Además, se ha emprendido una serie de reformas económicas y sociales, como la mejora en la calidad del gasto público (creación de fondos concursables, descentralización del SNIP, inicio del presupuesto por resultados, etc.), la reforma educativa, la Ley del Aseguramiento Universal, cambios en el mercado de capitales y en la Ley de Bancos, Ley de Formalización de las Pymes, un nuevo modelo aduanero, entre otras.
Con estas reformas, Juana y decenas de miles de empresarios han armado juntos este rompecabezas que en algunas revistas internacionales ya han empezado a llamar "el milagro peruano". Pero a pesar de que el PBI per cápita, medido en dólares corrientes del 2008, es más del doble de lo que era en el 2002 y que la pobreza en ese mismo período ha bajado de 54,3% a 36,2% (¡18,1% de la población ha dejado de ser pobre!) esto no basta. Todavía tenemos 10,4 millones de peruanos que viven en la pobreza y 3,6 millones en pobreza extrema. El gran reto es entonces seguir disminuyendo las cifras de pobreza en el país. En esas estamos.
Para reducir la pobreza la única receta efectiva es la generación de empleo y eso solo se logra si hay inversión. No hay otra fórmula que funcione de manera consistente. Para que la inversión no deje de llegar a nuestro país lo que requerimos, entonces, es que los empresarios como Juana no se demoren tanto en conseguir la licencia de apertura de su negocio, que los permisos de construcción no le sean tan difíciles de obtener, que el pago de sus impuestos sea más simple, que el despacho aduanero sea en 48 horas o menos, que existan más juzgados comerciales, que los certificados de propiedad sean obtenidos de manera rápida, entre otras muchas reformas que harán del Perú un país más competitivo.
Lo que necesitamos para que Juana y los inversionistas que, como ella, apuestan por el Perú lo sigan haciendo es mejorar dramáticamente en el ránking de negocios del Banco Mundial. En términos cuantitativos quiere decir que tenemos que pasar —en los próximos tres años— del puesto 62 en el que actualmente estamos entre 180 países, al 25 (y convertirnos así en el primer país de la región en dar facilidades de inversión).
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