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"Parece materialista, pero cuando se ha pasado hambre la mejora de la vida material es lo que más se estima", dice como disculpándose Fan Gang al valorar los grandes cambios operados por China en las tres últimas décadas. "Nunca, ni en sueños, pensé que podría avanzar tanto", afirma este influyente economista, de 57 años, director del Instituto Nacional de Investigación Económica, asesor del Gobierno chino y consultor del Banco Mundial, el FMI, la OCDE y de otras instituciones económicas mundiales.
El asesor económico del Gobierno chino tuvo que trabajar en el campo nueve años
Fan disfruta de los entrantes, especialmente del jamón ibérico, mientras comenta que le encantan los bares de tapas. "Pertenezco a la generación que lo ha vivido todo y por eso es la más feliz. Hemos sobrevivido al peor periodo de China; aquellos años fueron verdaderamente el fondo, no se podía caer más bajo", señala refiriéndose a la Gran Revolución Cultural (1966-1976).
Fan, cuyo padre había sido calificado de "derechista", fue enviado cuando tenía 15 años a trabajar al campo en una remota comuna de la provincia de Heilongjiang, cerca de la frontera soviética. Allí permaneció seis años hasta su traslado a la provincia de Hebei, cercana a Pekín, donde, aunque también trabajó en el campo otros tres años, permaneció atento a los cambios que se avecinaban. En cuanto, en 1978, se permitió a los estudiantes-campesinos hacer el examen de acceso a la universidad, Fan se presentó y lo pasó. "Interesarse entonces por la economía era extraño, pero yo había leído muchos libros -marxistas, claro- y experimentado tales realidades que me sentía inclinado hacia esa ciencia", cuenta mientras saborea el delicioso suflé. El solomillo de buey, tal vez poco hecho o demasiado grande para el gusto chino, se quedó casi entero en el plato.
Pasa por España a la velocidad de un rayo para analizar, a invitación de Casa Asia, las relaciones entre China e Iberoamérica. En plena guerra de divisas y después de haber sido entre 2006 y 2010 miembro del Comité de Política Monetaria del Banco Central de China, Fan Gang sostiene que el yuan no debe fluctuar libremente y no ve necesaria una devaluación de la moneda por mucho que presione Washington. "Es muy fácil criticar", declara este antiguo investigador de la elitista Universidad de Harvard (EE UU), "China se ha convertido en el chivo expiatorio" de los males que atenazan a la economía estadounidense.
Está convencido de que a China le quedan aún 10 o 15 años de crecimiento sostenido por encima del 8%, y a la pregunta de qué puede interrumpir ese avance, responde sin dudar: "La burbuja inmobiliaria o financiera y los desequilibrios sociales, por esto hay que tener muy presentes las lecciones aprendidas".
Según Fan Gang, China ni está interesada, ni pretende gobernar el mundo, sino "balancearlo" y favorecer el multilateralismo. Señala que Pekín no desea cumbres a cuatro, ocho o diez, sino que prefiere el G-20 y encontrarse entre otros países emergentes. "A China le gustan India y Brasil porque chillan en defensa de sus reivindicaciones", afirma. El economista considera que su Gobierno es aún tímido y no juega todas las bazas que podría en la esfera internacional. "Seguimos empeñados en que lo primero es el desarrollo. Con 4.000 euros de renta per cápita anual, a China aún le queda un largo camino por andar".