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Shujaa Graham: "Ningún fiscal ha sido castigado por llevar a inocentes a la muerte"
Pasó seis años en el corredor de la muerte por un crimen que no cometió y cuando le liberaron lo único que le dijeron fue: "deberías darnos las gracias"
Shujaa Graham acaba de explicar su experiencia de hombre inocente condenado al corredor de la muerte y mucho de los jóvenes asistentes a la charla están llorando. Él también llora.
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Shujaa Graham, enviado al corredor de la muerte en 1976 y absuelto en 1981. / Joel Albarrán BugiéNacido en la Louisiana (EE.UU.) que todavía segregaba a los hombres por el color de su piel, Graham fue un joven conflictivo que no aprendió a leer y a escribir hasta que entró en prisión.
Allí conoció los movimientos de defensa de la población negra y denunció las miserables condiciones de las cárceles.
Para el sistema penitenciario y judicial del año 1973, ese fue un motivo más que suficiente para cargarle injustamente con la muerte de un vigilante de prisiones: varios jurados formados exclusivamente por blancos le condenaron a morir.
En 1976 entró en el corredor de la muerte de San Quintín. Allí dentro conoció el horror y la desesperación más profundas de estar encerrado y saber que, un día u otro, te van a matar.
Pero él es una de las 138 excepciones que han logrado salir con vida del corredor de la muerte.
En 1981, la Corte Suprema de California le absolvió y ahora él y otros inocentes a quienes el sistema se disponía a ajusticiar luchan para abolir la pena capital en Estados Unidos y en todo el mundo.
Agrupados entorno a la asociación Witness to Innocence, se ponen a sí mismo como la prueba de cargo irrefutable que las sentencias de muerte -las únicas irrevocables una vez ejecutadas- también se pueden dictar sobre personas inocentes.
Graham aseguran que si él sigue con vida no ha sido gracias al sistema, que le quería muerto, sino al tesón de quienes se opusieron a él.
Witness to Innocence, que la semana pasada visitó la Universitat Blanquerna de Barcelona, vincula desde su página web a los al menos diez casos en los que todo indica que la pena de muerte se aplicó sobre inocentes.
-¿Cómo le incriminaron?
-Yo llevaba en prisión entre 4 y 5 años y formaba parte de un grupo político que combatía la brutalidad policial, el racismo y las miserables condiciones de la cárcel. Protestábamos dentro de la prisión. Entonces, en 1973, un vigilante fue asesinado y nos acusaron a nosotros por nuestras convicciones políticas.
-¿Qué pruebas mostraron?
-Compraron a presos para que justificaran en mi contra, acelerándoles la salida en libertad. Algunos guardias que estaban contra mi fabricaron historias para inculparme. Yo era un objetivo fácil.
-¿No encontró un jurado justo?
-Fue muy difícil conseguir un jurado porque me habían hecho muy mala publicidad, me habían demonizado públicamente. Había seguridad en todo el juzgado, policías con rifles en los tejados y cuando nos desplazábamos al juzgado venían entre diez y doce vehículos policiales a buscarnos. Era un espectáculo.
-¿Cómo recuperó la libertad?
-La única razón por la que el Tribunal Supremo suspendió la condena fue porque el sistema había excluido a demasiados afroamericanos del jurado. Algunos de los prisioneros que habían testificado en el primer y segundo juicio cambiaron sus declaraciones y declararon a mi favor, asegurando que los vigilantes les habían obligado a decir lo que habían dicho. Usamos sus testimonios a nuestro favor para explicar que se había tratado de una conspiración en nuestra contra.
-En su charla ha hablado de fiscales que son asesinos...
-Ha habido 137 exonerados hasta ahora y no he visto que ningún fiscal haya sido castigado o corregido. Ni tan siquiera hablan de ello, dicen que fue un error. Pero deberían de responder por sus acciones.
-¿El estado compensan a las personas absueltas tras pasar por el corredor de la muerte?
-Cuando salí, fueron hostiles conmigo. Fueron contra mi. Les pedí dinero y me dijeron que debería dar gracias porque me habían soltado. Así que nunca recibí ninguna ayuda. Tuve la suerte de tener gente dentro de la sociedad que sí me ayudó.
-Entonces... ¿Cuantos años pasó y qué le dieron cuando salió?
-Absolutamente nada. Fui feliz de tener una maravillosa mujer que me apoyó. Mi madre también vivía entonces. Yo no tenía ni un penique.
-¿Cómo le había afectado su paso por el corredor de la muerte?
-Fue el tiempo y la experiencia más duros de mi vida. Estaba confinado en una pequeña celda, sabiendo que era inocente y que al final tendría que pagar con mi vida. Absolutamente cada día en el corredor de la muerte fue muy duro. Algunas veces estaba en la celda tratando de continuar educándome a mi mismo y me deprimía y quemaba mis libros y los lanzaba por los aires.
-¿Qué le hacía reaccionar así?
-Pensaba para qué voy a aprender a leer y escribir si me van a matar. Me rendía. Pero era sólo temporal, al cabo de poco tiempo recuperaba el ánimo y me volvía a poner a estudiar. Pero a veces estabas tan derrumbado que costaba mucho seguir aguantando.
-¿Algún día veremos el fin de la pena de muerte en los Estados Unidos?
-Sí, estoy seguro. Espero que pase durante mi vida. Este es, quizás, el único objetivo personal que tengo. Sólo quiero vivir lo suficiente como para que algún día un niño me pregunte que era la pena capital y yo le diré que una cosa del pasado, que nuestro país ha evolucionado.
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