El secuestro imposible de doña Jacinta
La justicia mexicana pone en libertad a una indígena a la que condenó a 21 años por secuestrar a seis policías de élite
PABLO ORDAZ | México 16/09/2009
Que todo empezó el 26 de marzo de 2006. Que aquel domingo, seis policías de la Agencia Federal de Investigación, sin uniformes ni placas que los acreditasen como tales, llegaron al mercado ambulante de la comunidad indígena de Santiago Mexquititlán y que arramblaron con diversa mercancía bajo el pretexto de que se trataba de piratería. Que los comerciantes se enfadaron, los rodearon y les pidieron la identificación. Que los policías se negaron. Que la tensión creció. Que la situación se iba poniendo cada vez más fea hasta que a uno de los jefes policiales se le ocurrió una solución: pagarían los destrozos causados y aquí paz y después gloria. Que a los comerciantes les pareció bien siempre que uno de los policías se quedara con ellos mientras el resto iba a por el dinero.
También contó doña Jacinta que de aquello no se enteró hasta después de la misa de once. Se acercó a ver el alboroto y fue entonces cuando un fotógrafo de prensa la retrató, en tercera o cuarta fila, en actitud pacífica, mirando. Pero fue esa fotografía, sólo esa fotografía, la que utilizó la policía para detenerla, y el fiscal para acusarla de secuestro, y el juez para condenarla a 21 años sin siquiera escucharla. Ahora que por fin doña Jacinta está libre y "contenta", queda otra pregunta más difícil de responder que la que abre esta crónica: ¿cuántas Jacintas más, mujeres indígenas y pobres, dormirán esta noche injustamente en alguna prisión mexicana?
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