Martes 29 de Julio de 2008
Enriquecerse es glorioso
La visión ideologizada de nuestros líderes hace difícil aceptar el principio de que si queremos salir de la pobreza, crear riqueza es un imperativo moral.
Aún es tan fuerte nuestro sesgo ideológico que iniciar un artículo con este título es difícil. Sin embargo, no es una frase mía; se atribuyó hace más de tres décadas a Deng Xiaoping al iniciar el proceso de erradicación de pobreza más espectacular que el mundo haya conocido, beneficiando a 1.200 millones de personas.
Dos de sus frases recogen el espíritu de esa revolución. La más conocida de ellas -"no importa el color del gato, lo importante es que cace ratones"- muestra lo peligroso que es amarrarse a visiones ideológicas alejadas de la realidad. Al ver cómo habían progresado Hong Kong, Singapur y Taiwán, mayormente poblados por chinos, este líder decide emprender caminos similares en lo económico aún manteniendo el régimen comunista.
Su otra frase, con la que inicio este artículo, rompe con la ideología de la "Banda de los Cuatro" que tantas vidas cobrara durante la llamada "revolución cultural" y refleja la idea que para salir de la pobreza hay que crear riqueza, terminando con la tradición comunista, socialista y populista que cree que el progreso social es una lucha de suma cero, esto es, sólo redistributiva.
Desgraciadamente, la visión ideologizada de nuestros líderes hace difícil aceptar esos principios; sin embargo, por un breve suspiro en nuestra historia esto fue distinto y hasta mediados de los 90, gracias a las políticas aprobadas en años anteriores, tuvimos los 15 años más prósperos, durante los que millones de chilenos salieron de la pobreza. Por ello, más allá de la alta inflación y el bajo crecimiento actual de Chile -y las medidas macro que debieran adoptarse-, para elevar el crecimiento de tendencia un aspecto esencial haría la diferencia: apreciar que si queremos salir de la pobreza la creación de riqueza es, además de un imperativo moral, una condición necesaria.
Aun cuando el espíritu de facilitar la creación de riqueza debiera primar en todos los ámbitos para tener un mayor efecto en el ritmo de progreso, en esta oportunidad sólo ejemplificaré con tres casos esenciales.
En materia laboral comienza en nuestro país una estrategia de la China pre Deng. El empleador es el enemigo, los trabajadores sólo progresan si se le sacan recursos a la fuerza y las normas legales están lejos de lo que necesita Chile para tener empresas competitivas; en definitiva, para salir de la pobreza. Es tanta la retórica que hasta los mismos empleadores caen en el juego para sobrevivir socialmente, provocando como resultado que los grupos más vulnerables no encuentren un espacio en la economía para salir de sus dificultades y de paso darle un impulso adicional de crecimiento a Chile.
El camino a seguir en el siglo XXI es a la inversa: contar con la mayor flexibilidad para tener empresas competitivas a nivel mundial, lo que es consistente con proveer un fuerte apoyo a los pobres a través de una vasta red social que, sin destruir los incentivos para trabajar, permita ayudarlos mientras encuentran una fuente genuina de satisfacción de sus necesidades.
En el tema ambiental es donde han encontrado refugio quienes hoy buscan un mayor Estado, manteniendo como enemigo épico a los emprendedores. Es el mismo tipo de espíritu que veía en el comunismo el modelo para ayudar a los pobres, olvidándose que a ellos sólo se les ayuda creando riqueza tal como mostró la historia con el estrepitoso fracaso de ese sistema. Que el hombre modifica a la naturaleza es un hecho y sin ello nuestra sociedad no existiría. La energía de los combustibles fósiles es lo que ha permitido a la humanidad salir de la miseria y no podemos cambiarla en un día por molinos de viento que de naturales no tienen nada.
El dilema es balancear los efectos positivos y negativos de la tecnología y el progreso. Hoy sólo vemos los aspectos negativos y se olvidan las externalidades positivas generadas en cada inversión; si en cambio siguiéramos la visión de Deng, debiéramos respetar los derechos de propiedad, invirtiendo el peso de la prueba en las políticas ambientales y en última instancia aplicar la expropiación o indemnización si se quiere impedir un desarrollo.
En materia tributaria los políticos han logrado usar al Estado para sacarle recursos forzadamente a la sociedad, en lugar de tener que conseguir la voluntad del otro como nos sucede al resto de los ciudadanos. Peor aún, mediante los sistemas de retención de impuestos vigentes, obligan a las empresas a reemplazarlos en su tarea de recolección de impuestos, penalizándolas si no cumplen este rol. La recaudación es un tema complejo y relevante pero si el espíritu fuera que los que generan riqueza son los que invierten arriesgando su patrimonio, el Estado debería reasumir su rol recaudador y correr con los costos de enfrentar a la sociedad para convencerla de que pague.
Reitero que sólo he ilustrado algunos aspectos que sería importante modificar. Ojalá seamos capaces, como China a partir de 1978, de cambiar cabalmente de paradigma: de la destrucción a la creación de la riqueza. Esto requiere pragmatismo y el convencimiento de que el progreso resulta un juego de suma positiva. Dada nuestra posición privilegiada, un pequeño cambio en esa dirección podría hacer la diferencia.
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