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Los mass media ya no tienen el monopolio de la comunicación. Cientos de miles de personas están en contacto a diario e intercambian pareceres e información sin importar las distancias, las franjas horarias, la religión o el color de la piel. Las nuevas tecnologías y las redes sociales han abierto una brecha de libertad sin marcha atrás.
Las revoluciones que se están dando en el mundo árabe serían inviables si la sociedad civil no contara y supiera usar las herramientas tecnológicas que tienen a su alcance. Hace apenas unos años esto era impensable, y si no imposible, sí muy difícil. Pero el poder de convocatoria, la rapidez y eficacia con la que estas redes se extienden por la sociedad, están movilizando a más personas de las que nadie hubiera imaginado. Es un boca a boca con posibilidades infinitos. Es el boca a oreja del siglo XXI.
En el mundo la información está cada vez más sesgada. Obedece a intereses empresariales y políticos, muchas veces alejados del interés general. Pero el buen uso que los ciudadanos están dando a las nuevas tecnologías está contrarrestando ese déficit democrático y social que los medios han dejado a un lado.
Los usuarios son los nudos que sostienen la red. Nadie es más que otro. No hay uno superior o mejor. No hay una jerarquía, sino una tensión entre nudos que hace que la red se sostenga y la información fluya entre los usuarios en todas las direcciones. El nudo es a la vez centro y periferia, principio y final.
Las grandes corporaciones, con los gobiernos como aval, vendieron la globalización como el “no va más”: la libre circulación de capitales y mercancías, pero no de personas -cada vez es más difícil entrar en Estados Unidos o conseguir un permiso de trabajo en la Unión Europea. Los sistemas estatales modernos se urdieron para que los gobiernos mantuviesen la estabilidad y el control sobre la sociedad, pero, a pesar de ello, los ciudadanos encontraron fórmulas para denunciar abusos y potenciar su participación ciudadana. Hoy, con Internet hay muchas más posibilidades. La amplificación de ideas y su intercambio es mucho más fluido y se está viendo cómo las sociedades son capaces de cambiar sus realidades si usan de forma adecuada la información y las tecnologías. Nunca antes la sociedad civil tuvo tantas posibilidades de alzar la voz y de comunicarse entre sí.
Tuenti, Facebook, Twitter han venido para quedarse y para cambiar la sociedad.
“Facebook es imposible de reprimir por impredecible, ya que aprovecha cualquier organización previa, por difusa que sea, para convertirse en movilizador”, afirma Avishai Margalit, filósofo israelí y miembro del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, en referencia a la revolución contra el gobierno egipcio de Mubarak.
Es cierto que Internet y sus redes sociales no solucionan la crisis, ni el cambio climático, ni los gobiernos corruptos, y puede convertirse en un arma de doble filo. Pero también que está abriendo una gran cantidad de posibilidades de actuación a la sociedad civil, está dando voz a aquellos que no la tenían y, sobre todo, está dando esperanza.
David García Martín
Alainet
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