domingo, 29 de agosto de 2010

Europa, la pagana del nuevo orden del FMI


Contadores de visitas



En estos tiempos de tribulación mundial, decidir qué país recibe cuántos millones en créditos de emergencia es tener un gran poder de decisión. Y ese poder reside en el directorio ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI), creado después de la Segunda Guerra Mundial para tomar las riendas de la inestabilidad económica en el mundo, para dirigir su desarrollo y, según sus críticos, también para garantizar que en la economía mundial manden siempre los mismos. En 1945 EE.UU. y las potencias europeas se hicieron los amos. Pero ahora todo ha cambiado y Washington quiere que Europa ceda parte de sus prerrogativas e influencias a otras economías emergentes.


Originariamente el directorio ejecutivo del FMI tenía 20 asientos. Con el tiempo se aumentaron a 24 precisamente para acomodar la multiplicación de aspirantes europeos y del Tercer Mundo. Pero mantener el listón de los 24 exige volver a votar cada cierto tiempo la ampliación. Y esta vez Estados Unidos se ha plantado.

Uno o dos asientos menos

Negándose a votar lo que había votado siempre, Washington lanza un órdago durísimo a Europa: o cede uno o dos de los 9 asientos que ahora ocupa por las buenas, o los cede por las malas. Es muy difícil por no decir imposible que los europeos puedan mantener la posición sin apoyo norteamericano. Más cuando países como Turquía —la eterna Cenicienta despreciada por la UE— exigen su asiento y el gigante de China exige ver realzado su poder de decisión.

No es que China no tenga asiento. Pero en estos momentos su poder de decisión queda diluido por la para muchos «exagerada» representación europea. Alemania, Reino Unido y Francia gozan cada uno de su asiento en exclusiva, mientras que cinco naciones europeas más —España, Italia, Dinamarca, Bélgica, Holanda, Suiza— tienen salpicados a sus representantes en las dieciséis jurisdicciones donde se apelotonan varios países.

Pero son 9 asientos en total para Europa, y en Washington creen que son demasiados dado el peso real de la economía europea en el mundo de hoy. Si a eso se le suman crecientes tensiones en varios frentes, por ejemplo por cómo hacer frente a la crisis económica y al déficit fiscal de la mayoría de países occidentales, la acritud está servida.

Visto desde fuera es muy sencillo decir que toda la UE se refunda en un único representante y ya está. Visto desde dentro es mucho más problemático. Si la crisis ha puesto algo de manifiesto es la disparidad de velocidades e incluso de intereses entre los distintos socios de la Unión. Pretender que todos apoyen políticas económicas a una resulta utópico en Bruselas, ¿y va a resultar realista en Washington?

Hay quien ve esto como un peligro y hay quien lo ve como una oportunidad de que Europa supere sus tensiones. Pero eso es más difícil si cabe en plena crisis. Lo que sí está claro es que el desafío norteamericano no es la mera expresión de su frustración por las desavenencias con la UE —que también—, sino un serio toque de advertencia de que las cosas han cambiado. Europa puede seguir considerándose el centro del mundo pero cada vez menos es percibida así. Entonces los agentes y los mercados que de verdad cuentan para Estados Unidos están Asia, en Arabia Saudita y en la América Latina.

No hay comentarios: